Abrazando a la niña interior
En nuestra infancia, nos sentimos heridas de una forma u otra. Recibimos menos amor del que necesitamos y nuestras necesidades no siempre fueron cubiertas. Teníamos pocos recursos, así que seguimos adelante con diferentes mecanismos de defensa, pero nos dejó una gran huella en nuestro inconsciente y en la memoria de nuestro cuerpo.
Hoy, esa niña sigue siendo una parte nuestra que sigue estando incompleta y si no sanamos sus heridas, seguiremos viviendo tal y como ella aprendió, sintiéndonos a menudo inadecuadas, insuficientes, esforzándonos mucho para: “hacer lo que se espera de nosotras, esperando que nos quieran ”, “adaptándonos y siendo responsables para conseguir que nos respeten” “esmerándonos para conseguir que nos valoren ”…
No se trata de buscar culpables, nuestros padres y madres, hicieron lo que pudieron, lo que creían que debían hacer, ellos también fueron niñas y niños heridos. Darnos cuenta de esto, nos da la oportunidad de salir del victimismo y del reproche. Reconocer y amar lo que fue, tal y como fue, nos permite tomar la responsabilidad de nuestras necesidades y nuestro crecimiento.
Te invito a un viaje de reconocimiento de esta niña, para hacernos cargo de ella desde la adulta que somos. Aprender a mirarla con amor, tal y como es, dedicarle nuestra atención y protección, para que poco a poco deje de sentirse desamparada y sola y recupere la alegría, la espontaneidad, la vitalidad, la creatividad y el juego, que también son parte de ella.

“Cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo artista una vez crezca”. Pablo Picasso